sábado 31 de diciembre
Para encontrar la hora habitual de levantarse hay que seguir los instintos. Salí como Diógenes, con la lámpara a la altura de los ojos, buscando el amanecer. Me ubiqué mirando hacia donde el cielo variaba sus tonos, pasando del azul frío al cálido amarillo. Tomé la silla pleglable, y comencé a llenarme del paisaje.
Pensé que hay una diferencia "almática" (la expresión es del poeta Manuel Barreto) entre el llanero y el indígena. Este temor heredado, a lo incierto de la noche, tiene relación con las leyendas del llano. Lo de la Sayona, La llorona, la mula coja, es un modo de crisparnos cuando cesa el día. Yo gozaba con los sustos que provocaban difusión de las leyendas en la radio de Nirgua, incluyendo Florentino y el Diablo. Son cosas del llano. El indígena no tiene nada que ver con esto. Son sutilezas que puestas en perspectivas, hacen una gran diferencia.
Recogido en mis pensares se hizo el día. Mientras cada acampante emergía de sus guaridas yo pensé con preocupación que hoy había que llamar al papá de Edgardo porque pronto debemos estar en Santa Elena y hay que asegurar alojamiento. El asunto es que no sabemos su nombre ni su dirección, pero sí que es sargento retirado de la Guardia Nacional. Es para tener en cuenta. Cada quien se afanaba en su aseo personal, así que me fui, cámara en mano, a hacer unas gráficas del río, que en su escenario de rocas, espejos de agua, caídas y vegetaciones, prometían buenas fotos.
Al volver ya estaban los compañeros recogiendo las carpas. Nos ayudamos unos a otros. Arantxa estaba llorosa, parecía afectada, tal vez resfrío, alguna picadura de puri-puri, quién sabe. Mientras, Simplicio se torció un dedo del pie y andaba encorvado del dolor. Salió ganando: ahora en vez de llamarlo Simplicio lo llamamos "El cojo".
Al salir del campamento había una pareja de indígenas esperando quien les diera la cola. Iban a San Francisco de Yuruani. Cargaban libros y revistas. Los llevamos. Eran dos personas mayores. Viven entre Soruape y Yoruani. Me contaron que el sobrino de ella tenía algunos meses trabajando en unas minas del Km 88, y que la tierra cedió y lo sepultó a él y a otro. Hace tres días lo enterraron. Es una historia común en esta zona minera, como lo reseña la prensa. Uno de los libros que cargaban era una biblia de tapa oscura, pregunté sí eran católicos, dijeron que son adventistas. Pregunté por la religión indígena. "Ya no. Ahora adventista" respondió el señor tomando a la señora del brazo.
Desayunamos ahí mismo en Yuruani, unas buenas empanadas con malta en un local bien tramado en troncos, de techo cónico y piso en concreto pulido. Era uno de los locales entre una tira que se extendía desde la entrada hasta la única calle trasversa. Me convidó Simplicio "el Cojo" a buscar unas piezas que había encargado a un indígena llamado Alexis García. Preguntamos en varias casas y dimos con él en una vivienda rural, donde habita. Las piezas son artesanías labradas en tronco de yagrumo, quemada la concha y donde estaban los siete tepuyes con sus nombres y otros detalles. Hasta ese lugar llegaba la voz del pastor que sonaba desde un megáfono en la única iglesia del campamento. Era una iglesia adventista. Recordé la respuesta del indígena que habíamos traído en el camión. "Ya no".
Al volver al local de las empanadas todos estaban listos. Arantxa mejoró su estado de ánimo, pero Simplicio cojeaba más. Fuimos al campamento Kako Parú. Frente a nosotros había un escalón para ascender a la loma alta, pero antes había que colaborar con cinco bolívares por persona para ascender y acercarse a la Quebrada de Jaspe. Simplicio, con su cojura -o cojedera, cojeadera- se quedó en el puesto de guardaparques. Los que podíamos felizmente usar los pies seguimos por unas vías pedregosas, luego pasamos por un túnel vegetal y finalmente llegamos al río. El lecho de aguas es una gran piedra de jaspe, con su tono rojo intenso con algunos tramos en amarillo. Más arriba, por elevación de las losas, se crea una caída, como de tres metros que sirve de ducha a los bañistas.
Ahora sí nos ubicamos en ruta hacia Santa Elena de Uairén como preámbulo de El Paují donde Simplicio cuenta con familiares y amigos que nos podrán recibir. Otra preocupación no me dejaba tranquilo: tenía acumulada muchas notas en la libreta y no había podido actualizar este blog. Tenía un retardo de cuatro días, así que pensé que el paso por Santa Elena podía ser aprovechable buscando un cyber y descargar las fotos y redactar cada crónica diaria. Se lo expresé a Jorge y Anny y estuvieron de acuerdo, aún cuando tuviese que irme yo solo a El Paují a encontrarme con ellos, si era posible, o acomodarme a un hotel si se hace muy tarde.
Tantas vallas a orillas de la carretera anunciaba la llegada a Santa Elena. Lo primero fue llenar el tanque de gasolina, luego ubicar un cajero. A llegar al centro encontramos un Banco de Venezuela con los cajeros despejados. Retiramos Anny y yo mientras Krameans buscaba quien alquilara celulares para hacer algunas llamadas. Fue cuando le expresé mis planes a Simplicio. Me indicó el procedimiento para tomar el transporte público y llegar luego a El Paují. Yo sospechaba que no iba a poder unirme a ellos hoy, cada entrada en el blog toma algo así como dos horas, entre bajarlas fotos, editarlas, redactar y corregir, así que iba a requerir de 8 horas para ponerme al día. Eran las 10 y media, así que debía terminar a las 7 y media de la noche, eso sin incluir el receso del almuerzo.
Me despedí, tomé mis morrales y agarré una calle congestionada, rumbo a lo desconocido. Mucha gente en unas calles estrechas. Muchos carros que se trancan creando el caos de las grandes urbes. Fui preguntando y me ubiqué en un cyber pequeño que trabajaría, según la que me atendió, hasta las 6 de la tarde. Salí a almorzar a la una y al volver me comunicó que iban a cerrar más temprano porque les estaban llegando unos familiares de visita. Al poco tiempo tuve que mudarme a otro establecimiento unas cuadras más abajo. Allí estuve hasta las 4 y media porque el muchacho encargado se me acercó y me dijo "vó cerrá". Era brasileño.
En el restauran donde había almorzado también atendía un brasileño, quien luego de mi pedido me decía "palevá?", y yo le insistía en lo que quería comer -que no era la gran cosa: un pedazo de pollo recalentado a la plancha con arroz y ensalada- y el volvía con lo mismo... "palevá?". Del fondo salió una señora de buen porte, quien me sonrió y me dijo "¿para llevar?", le respondí que era para comer ahí mismo. El brasileño quería preguntar ¿para levar? pero hablaba muy rápido y rústicamente. El hotel Cristina, donde conseguí alojamiento también era atendido por brasileños, quienes combinaban el portugués con el español y era más fácil de entender. Guardé los morrales y me bañé. Encendí el televisor dejé la versión portuguesa de El Chavo mientras ponía en orden las notas. Se hizo de noche y salí a comprar lo que pudiera servir de cena. Quería comer dulces, y pregunté por la panadería. Las calles estaban más saturadas de gente. Era 31 de diciembre, así las preliminares del año nuevo se escenificaban en las calles. Tomé la calle Zea, desde está el hotel, y caminé por la acera en dirección este, donde había muchedumbre. En todas partes habían grupos de personas, de las cuales muy pocas hablaban en español. Resulta que este pueblo es como un abrevadero de las zonas mineras, y se juntan los que se han aventurado a tomar su parte de las extracciones, de manera directa y colateral. Resulta que había considerado, hace muchos meses, refugiarme durante este día en algún hotel discreto. Hoy se está cumpliendo sin habérmelo propuesto. No participo de este jolgorio por la finalización del año.
Me llevé los dulces y jugo a la habitación y mientras comía volvía a Las Figuras Cromañonas, de Luis Manuel Pimentel. Mi hijo Cherry comenzó a enviarme mensajes, fue lo mejor de esa hora. Cuando le pregunté dónde estaba respondió:
-ahorita stoy en la ksa... q stas haciendo tu...??
Sobre las hallacas:
-las hicimos ayer...
-x alla no hicieron hayaks...??
Le dije que no, pero espero me guarden una de las que hicieron:
-dale aqi le digo a mamaita pa q t guarde una... q comen alla..??
Le dije todo lo que había visto de comer en los campamentos, incluyendo los picantes de culo de bachaco:
-y si t gusta comer asi d piknte...??
Le dije que no, era muy fuerte:
-ahh esta bn... hoy yo prepare carne molida me qedo muy buena cuando llegues t explico como la hice...
Cuando le dije que estaba orgulloso de él, de todas las cosas útiles que estaba aprendiendo a dominar, respondió:
-jajaja si... los dos seguiremos aprendiendo :)
Ese fue el mensaje de despedida por los momentos, y entre el estrépito de cohetes y música de Billos mezclada con ritmos brasileños, me entregué al sueño. Mañana estaremos en Brasil.
un 31 ideal ompi, me parece estupendo pasarlo distinto como ud lo izo, se aleja de todo lo que la gente le parece tradicional, salud
ResponderEliminarRadames te felicito, muy buena la redacción de todas las aventuras, felicidades a todos los que integraron el batallón de los mochileros.
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