CUARTO DÍA






jueves 29 de diciembre

Cuando desperté en Guasipati lo que sentí fue mucha hambre. Pensaba dedicarme a leer algunos de los libros que traje, pereio no aguenté. Salí del hotel, sa eso de las seis de la mañana, pregunté el encargado por alguna venta de empanadas cercanas, y ahí llegué. Tenía pocos clientes, era muy temrpano en la mañana. Las criollas tenían la forma normal, pero las chilenas eran cuadradas. Pedí una criolla y una chilena con una malta. Recorrí las calles ya con la claridad in crescendo. Varios establecimentos a lo largo de la vía principal. Al regresar al hotel Jorge estaba calentando el camión, con Arantxa. Coincidimos en la misma opinión: es un pueblo muy agradable. Él dijo que era una mezcla de Nirgua con Guama, por el clima y lo colonial. Sí que hace un friíto bueno, relajante.

Anoche, luego de la cena, Simplicio me llamó: ya estaba en Canaima, en Rápidos de Kamoiran. Usaba un teléfono satelital porque allá no hay cobertura. Preguntó, como siempre, que dónde estábamos. Ahora si podía decirle la verdad, en todo caso ya habíamos adelantado bastante. Le dije que en estábamos Guasipati, entonces sacó la cuenta y calculó que estaríamos allá al mediodía. Lo mismo que dijo mi padre. Me dio la ultimas recomendaciones y dijo que se iríra de paseo en la mañana, antes que nosotros llegáramos.

Salimos hacia El Callao, luego que Anny y Jorge pidieron unas arepas rellenas cerca del hotel. Yo no iba a comer, pero me llevé una para el camino. Pasamos por El Callao y recordé que cada vez que yo viajaba lejos del Yaracuy me llevaba un ejemplar de prensa de la región, así que esta vez me compré uno de los periódicos del estado Bolívar. Me ubicó en la situación general del estado, se habla mucho de las minas, de la inseguridad, asesinatos de taxistas, pero también de otros temas como el deporte local, principalmente el fútbol y la creación de empresas de interés social. A El Callao lo llaman "la tierra del oro, del calipso y del futbol", y en verdad tiene un monumento a las bailadoras y cantadoras de calipso y una plaza dedicada a Edson Arantes do Nascimento "Pelé". Seguimos hacia El Dorado y al llegar a Las Claritas todo daba la impresión de un gran mercado en una calle estrecha. Compra y ventas de oro y diamantes, tiendas de ropa, de articulos eléctricos, restauranes, loterías, todo en una vía donde apenas pueden pasar los carros que van y los que vienes, casi rozándose lado a lado. Luego entramos al kilómetro 88. Todo lo que haga falta para apertrecharse se encuentra allí: es la puerta de entrada al Parque Nacional Canaima. Antes se subir la cuesta, salimos a satisfacer un antojo de Anny. Fuimos por empanadas en el último local de comidas, atendido por dos señoras que hablaban español con dificultad, pensé que serían trinitarias, pero tambien pueden ser guyanesas. No les pregunté de dónde eran. Sobre la acera tenían una mesa de metal rematada en una parrilla donde brillaban las brasas, y sobre la parrilla dos ollas de tapas trasparentes. Me pareció que eso que contenían las ollas tenían que ser unas delicias: lo que trasparentaba el vidrio de la tapas eran unas piezas de carnes doraditas, jugosas, con la consistencia de un guiso o asado dejado en cocción lentamente, para dejar que escancien los sabores. Pedimos una ración de cada uno: costilas el primero, patas de cerdo el segundo, acompañados con arroz aliñado con tropezones de lentejas, tostones y arepas fritas. No nos equivocamos: una gran delicia. Lo llevamos con gran ánimo para compartirlo con Anny, pero indispuesta preguntó por sus empanadas ¡lo olvidamos! En circunstancias como éstas hastas los antojos de embarazadas se olvidan. Le compramos su empanada y salimos.

Pellizcábamos de cuando en cuando las carnes recién compradas mientras iniciábamos la escalada por la sierra de Lema, pasando por la Piedra de la Virgen, y todo fue subir y subir por varios minutos. Ascendente y sinuosa como la carretera de Aroa. Luego de una curva se nos abrió en toda su amplitud la Gran Sabana. En verdad es una sabana inmensa, un prado verde y frío de muchos kilómetros. La carretera la atraviesa por su mitad, como si fuese una cinta de asfalto que comunica de norte a sur. Al poco tiempo de adentrarnos a la sabana nos encontramos un puesto de control del ejército, donde estabas apenas aterrizando un helicóptero de donde emergían varios uniformados. Preguntamos por los Rápidos de Kamoiran, y seguimos avanzando. De lado derecho había un conjunto de construcciones de donde salía una cola de carros que iban a surtir de gasolina. Mientras Jorge se incoporaba a la cola, yo toqué tierra y terminede comer el plato comprado en el km 88, y escuchamos entonces que nos llamaban. Era Simplicio.

Salio de una picó plateada y se nos tiró encima con los brazos abiertos. Nos saludamos y nos presentó a quien conducía la camioneta: Krameans. Nos acomodamos más allá, e intercambiamos relatos. Aprovechamos para ir al baño y luego visitar el río que se encuentra en la parte de atrás de ese campamento. Con caídas leves, de piedras lustrosas, nos tomamos fotos allí y luego salimos a ordenar el itinerario. Ese campamento de Kamoirán tiene todas las comodidades que el más exigente puede pedir: restauran, bomba de gasolina pdv, cafetería, hostal, bodega, venta de hielo... pero nosotros no hicimos todo ese recorrido para buscar ese tipo de comodidades.

Salimos a Aponwao, distante del campamento como 45 minutos por una carretera de tierra y barro. Se llega primero al campamento Aponwao, allí se solicita el servicio de curiara por 50 bolívares y se hace luego un recorrido a pie de 20 minutos. Yo no fui. Me quedé en el campamento: no salgo de mi temor por la embarcaciones, así que Simplicio se llevó mi camára y me trajo al imagen. Jorge tuvo su ataque de fatiga, regresó algo pálido y jipato.

Volvimos a Kamoirán para partir, de noche, hacia nuestro logar de acampar. Pasando pantanos y un río, llegamos a Sakaika. Los faros de los dos carros iluminaban el lugar donde se establecerían la carpas, de resto todo era oscuridad cerrada. Se escuchaba fuertemente el rumor del río y su caída desde una catarata. "Es el río Sakaika, mañana vas a ver los caudaloso que es" me dijeron. Mientras, sin bajar la cocina, comencé a preparar los tequeños, peleando titánicamente contra el viento y la lluvia, la cuales hacían todo para apagar el fuego, pero yo como un nuevo Prometeo hacía todo lo posible por mantenerlo vivo. "¿Tu trajiste carpa?" me preguntó Simplicio, y yo desde arriba del camión, afanado con el aceite caliente y contra la furia de los elementos le respondí "no". Después de algunas burlas, decidió armarme una que tenía de sobra. Eran entonces tres carpas pequeñas, individuales, pero la de Jorge era familiar, más difícil de instalar, así que ayudaron en esa faena Simplicio y Krameans, luego de armar las pequeñas. Arreció el viento, se confundía con el ruido del Sakaika. Mientras yo le colocaba paredes de cartones y plasticos a los alrederores de la cocina para que nos se pasmaran los tequeños, los demás halaban de las cuerdas de la carpa como si maniobraran un velero en un mar picado. Finalmente perdí la pelea contra la lluvia y el viento, pero logré sacar adelante 26 tequeños, así que me bajé con olla en mano y lo ofrecí a todos, quienes ya habían erigido la carpa más grande. Pregunté por las carpita que me habían asignado y echamos miradas hacia donde la habían armado, pero no se veía, se la tragó al oscuridad. Avanzamos con linternas porque seguro que el viento la había movido de lugar, pero no estaba en los alrededores. Se amplió el radio de búsqueda a orillas del río.

Nos comimos los tequeños y bajamos con una chinoto, y al rato escuchamos que gritaba Simplicio "¡allá está!". Lanzando las luces de la linternas río abajo, a orillas de la catarata, estaba la comba de colores colocada mansamente sobre las aguas, como puesta allí para acampar. Flotaba allí sin posibilidad de rescatarla. Pensamos que era mejor esperar el amanecer para resolver cómo sacarla, con la esperanza que no siguiera su ruta cataratas abajo. Anny y Jorge me invitaron a compartir su coarpa, suficientes para nosotros tres, y medio.

Dormir en medio de una explanada inmensa, primitiva, depurada, con la luvia amainada en leve llovizna, el ruido de las aguas y la sensación de saberse un elemento más de la naturaleza, son todos buenos incentivos para pasar la noche y dormir. La primera noche en Canaima.

TERCER DIA




miercoles 28 de diciembre

A las siete de la mañana Jorge tocó a la pierta de mi habitación. Hacía mucho que me había levantado. Me dio tiempo de actualizar estas crónicas, revisar otro texto de Gentile y recoger las cosas. Mientras, por el canal National Geographic se daba un programa sobre el amamantamiento a los niños. Narraban el caso de un niño de cinco años que todavia mamaba teta, y la madre decia que lo iba a destetar cuando él mismo lo deciciera. Si es asi puede suceder como aquella niña que vi hace tantos años, en un pueblo de Yaracuy, quien con doce años seguia pegada a la madre, succionando una obre ya reseca. No debería ser el hijo quien lo decida. Anny me dio la razón.

Bajamos y salimos. Ya habíamos recogido la mantequilla y la caja de tequeños. Éstas son algunas de las compras que hicimos en San Felipe. Ya los tequeños, por el calor, estaban regordetes como dedos de sumo japonés, pero todavían no olían mal. Buscamos primeramente cajero para resolver lo de la cuenta de Jorge y Anny, pero aún reflejando saldo positivo no recibían dinero. Yo sí pude retirar. Nos fuimos a un puesto de empanadas, desayunamos y sin perder tiempo tomamos carretera nuevamente. Paramos en Valle de la Pascua solamente para hacer las compras de todo el resto de mercadería que vamos a necesitar. Entramos al Macro y llenamos el carrito con lo que pudimos, porque venden todo al mayor y no nos convenía llevar, por ejemplo, una caja de jabón azul, o de mayonesa. Aprovechamos el saco de pollos y un buen pedazo de carne. En la caja intentó nuevamente Anny con su tarjeta, pero falló otra vez. Iba yo a usar la mía, pero ella prefirió firmar un cheque de la misma cuenta. El muchacho fue a conformar en la oficina administrativa, mientras Anny esperaba con gesto de desesperación. El cheque sí pasó. Cargamos todo al camión, pero era urgente que compráramos mucho hielo, por el pollo y la carne. Resolvimos eso en un bodegón cercano, y arrancamos. Llamó Simplicio. Ya yo sabía que nos esperaba en Puerto Ordaz, donde pernoctaron. Yo le había armado toda una historia de dramas relacionada con el cheque que no se hacía efectivo. Cuando estábamos en El Sombrero yo le dije que estábamos en El Tigre, distante dos horas y media de Puerto Ordaz, por eso nos esperaban. Le dije que era mejor que avanzaran, porque lo del banco no se había resuelto y que saldríamos tarde de El Tigre. Ni siquera habíamos llegado a El Tigre, apenas íbamos por El Socorro, y faltaban unos cuantos kilómetros para llegar a Santa María de Ipire, es decir, aún no salíamos de Guárico.

En la carretera de Guárico lo que más se ve, al menos saliendo de El Sombrero, son ventas de quesos, dulces, casabe. Siempre tuvimos la intención de comprar queso llanero, desde que estábamos en Barinas, y todavía no nos decidíamos. Y hasta ahora no hemos comprado. La comunicación con Simplicio se había perdido, no respondía los mensajes. Lo último que recibí fue el número de su acompañante, y su nombre: Krameas. Imaginé que andaba con un griego, o algo así. En el carro hubo un momento largo de silencio. Dormimos por tramos, dejando a Jorge solo, en control de la vía. Cuando llegamos a El tigre, finalmente, comenzó a llover fuertemente, tanto que se hicieron pozos en varias calles. Por fortuna este camión es alto, un Triton del año 2010, en plenitud de funcionamiento. Llegamos al distribuidor La Viuda, y tomamos la carretera directo hacia Puerto Ordaz, sin pasar por Ciudad Bolívar, que resultó en un ahorro de dos horas, más o menos. Pasamos por el puente sobre el Orinoco, sostenido por guallas.

Mi padre me envió mensaje: "Mañana la mediodía descansando unas horas están llegando". Se refiere a la llegada a Canaima. Él sabe bien de esto, recorrió varias veces el país frente al volante de un camión. Nos costó tomar la vía hacia San Félix, hay muchas salidas como entradas en Puerto Ordaz que hay que atinarle bien. Un samaritano dio las indicaciones correctas, y le pasamos a San Félix por un costado, sin detenernos. Llegando a Upata llenamos el tanque del camión, el cielo ya estaba veteado. Le sugerí a Jorge quedarnos ahí, para que descansara en vista de todo el trayecto de este día. Aseguró que podía maneja unos kilómetros más. Él tiende a ser terco, a pesar de su juventud. No le llevé la contraria, y arrancamos con los primeras trazas del anochecer.

La carretera se hizo más estrecha y sinuosa, como una culabra larga que en su su recorrido serpentea ágilmente. A esto se le sumó la lluvia. Llovia fuertemente y la visibilidad se hacía más dificil. No le escuché a Jorge ni una queja. Anny y la niña dormían. Yo, con los ojos pelaos, aferrado al cinturón. En el pueblo de Santa Cruz preguntamos cuánto falta para llegar a Guasipati, "en cuarenta y cinco minutos están allá". Me conformé con contar los minutos, porque ni al frente ni a los costados se veía señal de vida. Subidas y bajadas, uno que otro carro rompía con sus luces la monotonia de la noche. Jorge bostezó. Suficente para aterrorizarse. Hice lo que hay que hacer en estas condicines: sacarle conversación. Cualquier tema, trivial, pero mientras me estuviera repondiendo sentía que sí ibamos a llegar a Gusasipati en una pieza. Al emerger de una curva pudimos divisar un resplandor extenso en el cielo, por allá, muy adelante. "Tiene que ser Guasipati". Las nubes retenían la masa de luz que le llegaba desde abajo. Un pueblo grande, tal vez, con muchas avenidas. En un lapso de tiempo mayor al que nos dijeron en Santa Cruz llegamos a Guasipati. Jorge, luego de otro bostezo dijo: "podemos seguir hasta El Callao". Mi silencio fue toda su respuesta.

A mitad de la calle principal encontramos el hotel El Mamey de Oro, y contrario a su nombre, las condiciones en general eran óptimas. Cenamos en una de las habitaciones lo que traíamos: pan de sánguche con jamón y mortadela. Refresco de Chinoto. Me despedí y salí al cyber de la esquina a actualizar el blog. A las nueve y media volví y dejé encendido el televisor mientras me bañaba. Ahí me enteré que a Cristina Fernández, la presidenta de Argentina, se le diagnósticó cáncer. "También el cáncer acecha a la iquierda latinoamericana" es lo que pensé, y luego de revisar "El enigma del anticuario", del escritor dominicano José Acosta, me eché a dormir.

SEGUNDO DIA







martes 27 de diciembre

He despertado a las 4 y 56 de la madrugada, todavìa oscura y fría. Fue el sonido del celular el que me rescató de unos sueños perniciosos. Simplicio a esa hora me avisaba que ya había salido de San Felipe, y preguntaba que por dónde venimos, le iba a responder que "por el quinto sueño", pero preferí esperar el amanecer para contestarle. Él pensaba que íbamos a madrugar para agarrar carretera, en verdad no: nos esperaban unas arepitas en Ciudad Barinas, pero eso iba a ser a las ocho de la mañana. Pero al menos me despertó de ese mal sueño. Creo haber soñado con una cola para entrar a un banco o a un local comercial, no recuerdo, y cuando me tocaba entrar se me vino todo ese arreo de muchachos que conocì ayer, pero eran muchos más. Yo llamaba a José Watanabe, como un conjuro para salvarme, y nada. Ni Yasín ni Milagros estaban ahí para rescatarme, yo contaba con José Watanabe, y lo llamaba... cosas extrañas del soñar. Watanabe fue un poeta peruano de ascendiencia japonesa, de él es este poema:
"En el cauce del río seco
una espigada yegua orina sobre un sapo agradecido.
Yo, que voy de paso, sonrío y recuerdo
una antigua ley de compensaciones
de la magia: más feo el sapo
más bello y deslumbrante el príncipe."

A las 6 y media estábamos todos en pie. Desarmamos la carpa gigante de Yasin, con todos sus tubos y el pesado plactico que sirve de techo. Lo montamos en el camión, tambien una cava grande de metal, de dos bocas, también una cocina armada en L con una sección para picar los aliños y una plancha de tres estufas, groseramente grande: también la montamos. Una lámpara, una hamaca y otras cosas más. Fue muy generoso Yasín. Siguieron las despedidas consabidas y arrancamos rumbo a Ciudad Barinas, apenas a quince minutos de distancia. Ahí nos esperaba Mafer con un buen desayuno. Nos indicó las coordenadas, pero fue inevitable: nos perdimos. Anny llamaba, intentando ubicarse en la dirección, pero nada, giramos en una esquina solamente para salir de la ciudad y tomar el rumbo a Apure, pero estábamos en esas cuando casi por casualidad encontramos el edificio, y a Mafer esperandonos en el estacionamiento. Mafer en verdad se llama Maria Fernanda, fue mi alumna cuando yo trabajaba como profesor en un colegio privado de San Felipe, fue condiscípula de Anny, por eso a Anny le tomé confienza en este viaje, ya la conocía de cuando estudiaba bachillerato.

Subimos al segundo piso y ahí estaba la mesa servida: caraotas refritas, revoltillo de huevo, crema de leche, queso rallado, mantequilla, arepas calenticas, jugo de naranja y café con leche ¡y pensábamos irnos sin pasar por ahí! Menos mal que encontramos el edificio, decía Jorge, porque daba pena con todo el empeño que tuvo ella en poner la mesa. Comimos de todo lo que había, pero al terminar hubo que partir de inmediato porque el recorrido que nos faltaba era mucho. Al depedirnos le entregué mi libro, que se lo había prometido a través de Facebook, y tomamos la vía hacia Libertad. Allí equipamos de gasolina y seguimos a Puerto de Nutrias. Fue donde nació el poeta y cineasta Jesés Enrique Guédez. De él es el poema:
"Nos vemos desde adentro y nos soportamos lúcidos, trastornados o pasajeramente embriagados."

Ya habíamos ingresado al llano, con las aguas estancadas, muchas lagunas a orillas de la carretera, garzas, ganado, y se fueron escondiendo las montañas. Los rostros de los habitantes iban adquiriendo la faz del indigena, de pómulos fuertes, achinados, cabello lacio y piel oscura. Pasamos por el puente sobre el rio Apure, limitrofe. Ahi en Apure se ven muchos carteles anunciando unidades productivas agricolas y pecuarias, "aquí llegó la revolución con todo" comentamos. Para ser éste un viaje tan largo, la niña Arantxa lo soporta muy bien, a veces duerme, al despertar señala con su dedito a los toros y las vacas. Pidió comida, entonces nos paramos en una bodeguita, antes de llegar a Achaguas. Una casita de barro, con dos estancias. Erigida en barro, con friso de cal, techo de cinc envejecido. Esa casita me hizo recordar Nirgua, donde pasaba algunas temporadas cuando infante. Casas de barro, sencillas como quien las habita. Desprendía un olor a cocina de fogón, a comino y orégano. Se asomó una joven y me despachó las galletitas y el jugo. Arantxa se comió sus galletas y siguió cazando toros y vacas con su dedito estirado.

Entramos finalmente a San Fernando de Apure, bastante desmejorado el ambiente por una lluvia incesante. Paramos en un bulevar que divide la avenida en dos. Salimos Anny y yo a sacar dinero del cajero. Morgan le hizo un cheque a Jorge por un viaje que le hizo la semana pasada. Quedó la mamá de Anny en depositarlo en cuenta del Banco del Caribe, pero a esa hora de la tarde en San Fernando aún no se habia hecho efectivo. Yo retiré, y, por supuesto, asumiría los gastos de todos mientras se resolvia lo del banco. Pasamos por la redoma de los cocodrilos y al final volvimos a pasar el r río Apure, por el puente María Nieves, para llegar a Guárico. Paramos en un pueblito y en local casero almorzamos, aunque ya era hora de cena. Pedimos sopa de costilla -¡qué sopa!- y de seco pescado frito, pollo guisado y carne, cada uno, con su respectivo contorno. Arantxa comió del plato de su madre. Llenas las panzas retomamos el camino.

En el trayecto seguía preguntando Simplicio por mensaje "¿por donde vienen?", yo, para no decir que salimos a las siete y media y no en la madrugada como él quería, ni que nos detuvimos en Barinas, ni que paramos cerca de Camaguán, preferí mentirle y le dije que ya ibamos por Dos Caminos. Comenzó entonces a llamar y no respondí: es más facil mentir por mensajes que por llamadas. Parece que ya iban ellos por El Tigre, quizás no pararon en ningún lugar. Según contó Jorge, cuando uno pregunta a alguien en el Zulia "¿cuanto falta para llegar a...?" ellos responden "cuando usted piensa que van llegando, ahora es que falta mucho".

Calabozo es un poblado grande, con avenidas. Seguimos rumbo a Dos Caminos, pero había que pasar por el embalse siendo ya de noche. La carretera atraviesa el embalse, dejendo en el margen derecho las aguas retenidas y a la izquierda un gran precipicio. Al llegar a Dos Caminos equipamos con gasolina, había cajeros y Anny aprovechó para ver si se habia hecho efectivo el deposito. Sí, se hizo efectivo, pero no daba dinero. Una mala noticia entre una buena. Llegamos a El Sombrero con todo el cansancio acumulado. Desde afuera no parece, pero al entrar se revela como un poblado moderno, con vida activa de noche, muchos puestos de comida, hoteles. Llegamos al hotel Caracas. Dejamos el camión en un estacionamiento atrás, en el fondo, y pedimos al recepcionista que nos guardara las mantequillas y la caja de tequeños en el congelador, que ya venían resentidas por el calor.

Casi ni nos despedimos, cada quien se fue a su habitación. Yo busqé de inmediato la ducha. Encendí el televisor, estaban pasando de "estreno" Duro de Matar, con Bruce Willis. Seguí la lectura de "El Demonio Raquítico", colección de cuentos de Marco Tulio Gentile. Ya dominado por el sueño dejé el libro en la silla y me fui durmiendo con los fogonazos de pistola que disparaba Willis el duro.

PRIMER DIA








Lunes 26 de diciembre


Por lo general, entre nosotros, las salidas no se ciñen estrictamente a lo que indica el reloj. Habíamos pactado salir de San Felipe a las 10 de la mañana: en verdad traspusimos los límites a las 11 y media. Ismerda tuvo tiempo para ser bastante precisa y diligente con el equipaje, ubicando unos pantalones que yo tenía tiempo no veía, surciendo por aquí, reponiendo un botón allá... prefirió un Hasta luego de emoción contenida y marcharse antes que llegara Jorge a buscarme. Se llevó a Radi y llegado el momento Cherry me ayudó a cargar las cosas.



Se confirmó lo que había anunciado Anny: la pequeña Arantxa, de 2 añitos, iba con niosotros en el viaje. Buscamos unas cosas de última hora, y arrancamos. Por la vía todo fue la cháchara trivial, y comer y beber. Hasta que llegamos a Caseteja, donde despertamos de las fantasías. Un fiscal de tránsito paró el camión, dijo algunas cosas a Jorge y éste llegó a nosotros con gran ira: el uniformado le dijo que este camión lo había pasado imprudentemente en la autopista... nosotros no vimos ninguna moto ni a ese funcinario por la via, pero igualmente estaba pidiendo a Jorge 180 bolivares para dejarlo circular. La consabida matraca. El hombre recibió lo 100 bolivares que decidio Jorge entregarle, y en gesto de indiferencia devolvió la cédula y se guardó el billete en el bolsillo. Ya tenía detenido tambien a un autobusero.





La imagen de este fiscal no se me quitó de la cabeza, pensando que algo hay que hacer para que estos funcionarios, quienes deberían atender al ciudadano, no atenten en su contra. De eso estuvimos conversando buena parte del trayecto, y para mejorar el ambiente Anny abrio una hallaca y sirvio refresco. Al llegar a un puesto de control en el estado Portuguesa, otro funcionario detuvo al camión, pero de una manera más sumisa preguntó ¿tienes alguito pa los frescos?


Llegamos a las tres de la tarde a ciudad de Barinas. Surtimos de gasolina y nos dirigimos a la Calamuca, donde vive Yasín, hermano de Jorge. Es una casa en construcción, de dos habitaciones con un porche amplio que sirve de cocina. Como patio tiene una gran extensin de terreno, como una pequeña finca. Más me sorprendió la cantidad de muchachitos, no los conté al momento, pero me pereció que eran muchos. Corriendo por todos lados, abrazando a su tio Jorge, halando a Arantxa del bracito: eran muchos. Yo en casa tengo apenas dos muchachos, y cuando causan alboroto son insoportables: hay que imaginar cómo se las verá Yasín. Muy gentil fue Milagros, su compañera y madre de esa gran camada.

De una vez nos fuimos al Paguey, un rio generoso en aguas que dista de La Calamuca como veinte minutos. Ancho y caudaloso, pasamos sobre el puente colgante, oscilante. Parado a su orilla es como si fuera un mar, con agua turbia y serpenteante. De aquí se sacan varios tipos de peces: coporo, pavón, bagre, cachama. En unos puestos a orillas de carreteras que encontramos de regreso se pudo comprar coporo y una cachama ancha y carnuíta. Yasin preparó la parrilla y comimos los pescados con carne y chorizos. Una buena cena, pesada para la hora -12 de la noche- pero eficiente para agarrar el sueño.

LOS NUDOS DE LA EXISTENCIA


Un encuentro pactado en el barrio "Carlos Bonilla" terminó definiendo el itinerario. Mañana partiremos Jorge, Anny y yo, en el camión 350, rumbo a Barinas. El martes saldrá Simplicio con otro viajante. Si salimos a las 9 de la mañana ya a media tarde estaremos en casa de Yasín, hermano de Jorge, donde recogeremos cocina, cava y algunas cosas más. Recorreremos algunas playas de ríos y probaremos la comida local. Al día siguiente partiremos buscando la carretera a Apure, pasando por Puerto de Nutrias. Hace muchos años estuve en Libertad de Barinas, con varios amigos, incluyendo la siempre riente Mireya Camacho. Recuerdo las extensas playas de arena en uno de sus ríos, y en su orilla un grupo musical con la bandola llanera como protagonista. Ahí aprendí a tomar el jugo de patilla.

Esta decisión es muy conveniente, ya que no nos obliga a salir de madrugada y nos pondrá en la via de los llanos del sur, que es mi gran esperanza. Tengo una imagen de los llanos por su música de arpa, cuatro y maracas -el corrido llanero, el pasaje-, las referencias a Rómulo Gallegos -apenas he leído una de sus obras- y los relatos de Chávez. Pero todo es una masa imaginaria que debería tener una forma definida cuando estemos recorriendo esas tierras, o pantanos. Tengo deseos de conocer San Fernando , comer su comida, pasar por el río Apure.

Al parecer las cosas que nos suceden son como cuerdas que en algún punto se van anudando. Lo digo porque el argumento de "El sueño del Celta" trata sobre el sometimiento de las potencias contra los lugareños donde repunta alguna riqueza. Así fue con el Congo y en la Amazonía con la explotación del caucho. Resulta que no solamente Iquitos, en el Perú, fue enclave para la alevosía inglesa: la zona más apetecida fue Manaus. Se convirtió en poco tiempo en un conglomerado humano con esa rara mezcla de aldea primitiva con injertos de lo mejor y lo peor europeos. Esto generó una mezcla de lupanares, "favelas," palacetes, pequeños espacios con servicio eléctrico, "cafés" de corte francés... Eduardo Galeano abomina del teatro Amazonas por esa abigarrada suma de arquitecturas que la conforman. Si llegamos a Boa Vista, estaremos a unas cuantas horas de Manaus. Estaría juntándose la cuerda de esta aventura viajera con la de la aventura literaria.

Ismerda tiene razón: tengo que llevar más ropa. De todas maneras, como vamos en un camión, no tendré el trabajo de andar cargando maletas. Diferente sería si el viaje fuese en transporte público.

SIN ESCAPATORIA


Lo de la salida al parque con los muchachos no va a ser posible en estos días: hoy tengo el compromiso de hacer la despedida a los muchachitos que participaron en el curso de dibujo de estos días. Gracias a la generosidad de la familia Mujica, pude liberar a placer la tendencia pedagógica que aún hoy, estando jubilado de las aulas, no me abandona. Fueron cinco semanas de paciente labor docente, más de las veces con actitud de bochinche, pero que al final dieron sus resultados: aprendieron a dibujar. Y para hoy está pautada la reunioncita para decirnos "hasta el próximo año". Así que este sábado está copado, por otro compromiso en la tarde-noche, de índole literario, así que la salida al parque será al regreso del viaje. Creo que están conformes.

Ayer hice las compras de víveres, y tal como lo intuí, los gustos alimenticios de Anny son particulares, difíciles de adivinar. Nos trajimos lo que consideramos muy necesario durante el trayecto y lo que pudieramos usar al establecernos en el patio de la casa del padre de Edgardo. Edgardo, vecino del barrio Carlos Bonilla, nos hizo este enlace tan oportuno, porque va a a significar que no haremos inversión en alojamiento, si acaso la retribución no será tan onerosa. Es por eso que llevamos carpa y reverbero. Imagino establecidos allí, en el patio, como en un campamento, resolviendo los asuntos alimenticios en los breves instantes que necesitemos estar porque será mucho lo que tendremos que recorrer en Santa Elena y sus alrededores.

Aqui tenemos la primicia de estos dias: la recién llegada Valentina. Es la hija de Simplicio, quien muy orgulloso compartió esta foto por facebook. Apenas tres o cuatro días de nacida. Sé que él, al irse con nosotros, arrastrará cierta nostalgia por lo que estará dejando temporalmente. Me sucede algo similar, pero de otras características. Me puse a hojear un libro de mi hijo Cherry, "El sueño del Celta", de Vargas Llosa, y de la exploración inicial me adentré a leer seriamente esta obra de más de 500 páginas. Ya se sabe: dedicarse a una novela de estas dimensiones requiere de cierta disciplina, lo que incluye tiempo libre para atender la lectura de manera coherente, de principio a fin. No creo que me lleve el libro, pero para lo que he leído hasta ahora, siento que habré perdido todo lo avanzado, además que es una novela que "atrapa", sigo con mucho esmero la trama capítulo por capítulo. No sé qué hacer, si llevarlo conmigo o recomenzar la lectura al volver. No sé.

Ismerda me pregunta cuándo voy a hacer las maletas... yo no llevo maletas, apenas el morral ecuatoriano que me trajo mi compadre Orlando desde Quito, y un bolso pequeño para cargar libros. Yo no llevo ropa, apenas la que llevo puesta. Con este mono y franela blancos, y zapatos deportivos del mismo color mo conformo. Pero ella ya tomó su determinación, me va a comprar bluyines y quien sabe qué otra cosa más. Yo prefiero ocupar el espacio del morral con la cámara, una libreta, un paño, cepillo, crema, jabon y lo poco que quepa. En el bolso me llevaré los libros, que son varios, de cuentos cortos y poemas, lo óptimo para este tipo de viajes. Pero creo que tendré que cargar con una maleta, lo que no me gusta, pero no tengo escapatoria...



EN LOS PREPARATIVOS




Ya veo que cada viaje es un desbarajuste de las costumbres. Contrario a lo que indica la imagen, me estoy cuidando este fin de semana de no libar mi bien apetecida cerveza con los amigos, hasta obvié una invitación a mi querido pueblo de Farriar, todo con tal de estar en plenitud de facultades al momento de la partida. La foto es de mediados de año, cuando compartía unas esplendorosas Light con Cesar Tovar y Samuel Lopez, donde el finado Dámaso. Es que el ratón que me amanece al día siguiente es sobredimensionado: me dura hasta tres días. Entonces, este fin de semana estoy obligado a la total sobriedad. Además, se me está haciendo la exigencia de llevar los muchachos a un parque, de esos con piscinas y toboganes, y sé que es la condena por atreverme a irme porai tantos días, lejos del nicho hogareño.

La esposa de Simplicio ya parió, aún así él ha confirmado que se incorporará a la ruta el martes. Bastante audaz este Simplicio, a mí no me hubieran dado tantas consideraciones luego del advenimiento de un nuevo hijo, creo, pero así somos los aventureros. Hoy compraré algunos víveres con Any, la esposa de Jorge. Pude haberlo hecho solo, pero no estoy muy seguro respecto a los gustos alimenticios de la mujeres. A Ismerda, por ejemplo, no le agrada que en casa haya harina de Mercal: tiene que ser de marca Pan, sino, no hay arepas. Así con el queso fundido, que tiene que ser Rikesa, la leche tiene que ser Larga Duración, y el queso no tiene que ser simplemente amarillo, tiene que ser "lo Frailes"... prefiero que la única dama que nos acompañará defina lo que se va a comprar. Que no será tanto porque mientras vayamos por la vía no vamos a pararnos a preparar comidas, tenemos que detenernos en restaurantes, tal vez en Barinas si es por el sur o San Juan de los Morros si es por el centro, porque donde deberemos encender el reverbero será en Santa Elena y en algún campamento del parque Canaima, y por allá hay abastos.

Hasta la acostumbrada caraota con pasta será desplazada hoy por este platillo con pollo al horno, ensalada del mismo ave, pan de jamón casero, torta, y las hallacas de Mari Graterol, que esas no las pude hacer, pero me esmeré en complacer a los míos con esta delicates, a así tener los puntos bien altos cuando me toque despedirme.




Hasta ahora tenemos los mapas viales, carpa, cocina, los vacíos -no se olvidan fácilmente-, el camión a tono... faltará una reunión definitoria en estos días, y partir.

RUMBO AL SUR


Hace ya mucho tiempo que hemos estado hablando Jorge y yo, sobre hacer un viaje que abarque algunos lugares de Venezuela que cada quien no haya visitado hasta ahora. Por mi parte, para completar el mapa de viajes por este país me falta ir a Apure, Amazonas, y Nueva Esparta, igual mi amigo coviajante. En esta oportunidad no podemos visitar la isla, pero sí Apure y rozar apenas el estado Amazonas, así que un buen itinerario que satisfaga a ambos viajeros será la ruta de los llanos. Animados por las fotos y comentarios de Ramón "Simplicio", quien estuvo a principios de este año en Santa Elena de Uairén, nos decidimos ir "Rumbo a Canaima".

Tres opciones tenemos como ruta, la de la costa, la de los llanos centrales y la de los llanos del sur. La de la costa no es novedad: es llegar a Caracas y seguir la carretera costera que pasa por Anzoátegui y Sucre, en verdad ésta no me anima tanto. La de los llanos centrales abarca Guárico, entrándole por San Juan de los Morros, siguiendo por el sur de Anzoátegui, llegando a El Tigre y de ahí hasta Ciudad Guayana. Pero estamos más interesados en seguir la de los llanos del sur, esto es, llegar a Barinas, pasar por Bruzual para llegar a San Fernando de Apure, con posibilidad de al menos tocar Puerto Páez en el Amazonas o subir hasta Calabozo para tomar la carretera de los llanos centrales en Guárico. Esta última ruta es más larga, pero dependerá del acuerdo entre nosotros.

Aún esperamos confirmación de Simplicio, dijo que iría con nosotros pero en estos días su esposa estará dando a luz. La esposa de Jorge está recién embarazada, aunque tiene voluntad de ir con nosotros en esta aventura. Afortunadamente yo no tendré esos contratiempos de la reproducción humana: luego del tercer embarazo mi esposa Ismerda decidió cortar por lo sano y optar por la infertilidad.

Deberíamos estar partiendo este lunes 26 de diciembre, justamente cuando se levante la restricción de vehículos pesados. Desde el 28 en adelante deberemos estar ya en Santa Elena de Uairén, haciendo visitas e integrándonos a la cultura local. Luego habrá que pasar la frontera hasta Brasil, visitando Pacaraima y ver si podemos abrir camino hasta Boa Vista y Manaus. No tenemos fecha fija para el regreso, así que todo será explorar el territorio y volvernos en la medida que lo indiquen las circunstancias. Finalmente, antes de regresar al pueblo nativo nos detendremos en el parque nacional Canaima, con todos sus saltos, ríos y tepuyes. Esta parada es la que nos genera más expectativas, luego de todas las historias animadas que nos contó Simplicio a su regreso... algo así como el paraíso en la tierra. Sería muy interesante si llegáramos a pernoctar en alguna comunidad indígena.

Este blog será nuestro diario de viaje.